La empresa

Para celebrar el segundo centenario de La Empresa se habían organizado todo tipo de eventos, pero el que atraía todas las miradas era la cena benéfica. Cumpliendo con los Estatutos de Creación de La Empresa, pasados doscientos años se garantizaba al cliente la descriogenización de su cuerpo, asegurándole también una total cobertura médica y una rehabilitación completa – física y mental – en los tres primeros meses.

Habían pasado ya doscientos años desde que el primer cliente de La Empresa firmase un contrato por el que accedía a ser criogenizado al morir, para poder así ser revertido en el futuro, y ese futuro llegaría:

  1. Cuando el equipo médico de la empresa estipulase que la reversión era completamente segura.
  2. Cuando se hubiese hallado una solución para la enfermedad mortal del cliente – si la hubiere –.
  3. Pasados un máximo de doscientos años.

Alfredo Jiménez Abellán, primer director de La Empresa, fue también el primer cliente en contratar el servicio de criopreservación. El 12 de septiembre de 2014 su firma cerraba un contrato donde se aseguraba que, siempre que su vida acabase de manera natural, su cuerpo sería congelado y guardado en uno de los centros de preservación de La Empresa, con el fin de ser conservado en perfectas condiciones para el futuro.

La cena benéfica había sido programada para el 17 de septiembre de 2214 a las 19 horas en el laboratorio del Centro Histórico Alfredo J. Abellán. Antonio Vázquez Marañón, actual director de La Empresa, saludó a los cien comensales agradeciéndoles su asistencia y sus donaciones, gracias a las cuales las investigaciones en el campo de la reversión seguían adelante.

La presentación del primer hombre descriogenizado en España no se demoró demasiado. Terminadas las intervenciones de los dos Jefes de Proyecto que habían codirigido la reversión del cliente, subió al escenario Lucía Blanco Vallejo, descendiente directa de Alfredo Jiménez Abellán, quien confesó sentirse emocionada y agradecida por tener la oportunidad de mirar cara a cara a uno de sus antepasados.

Antonio Vázquez Marañón recuperó entonces la palabra y pidió un gran aplauso para el protagonista de la noche. Los invitados se pusieron en pie estremecidos, recorriendo con sus miradas el largo y ancho del escenario intentando predecir por dónde haría su entrada a la sala el hombre revertido.

Se abrieron de golpe las puertas de entrada al laboratorio, situadas en la parte de atrás de la sala, y los primeros invitados que pudieron distinguir las siluetas que componían la negra masa que avanzaba lentamente hacia el escenario incrementaron entusiasmados sus aplausos. La sala se fue iluminando gradualmente convirtiendo a aquellas oscuras siluetas en cinco personas vestidas con batas blancas que rodeaban y protegían a Alfredo, quien hizo su entrada sentado en una silla de ruedas, y miraba, atónito, al público que le ovacionaba, moviendo con presteza sus ojos de izquierda a derecha y luego de derecha a izquierda.

Cuando la luz alcanzó su máxima intensidad los aplausos cesaron, pues fueron descubriendo los invitados que Alfredo no era capaz de mover su cuerpo, solo sus ojos se movían incansablemente, y su piel no parecía viva, pues era de un extraño color morado, de un violeta inhumano. No hubo discurso por parte del gran protagonista del bicentenario de La Empresa. La cena se sirvió a continuación.

 

Relato incluido en el número 4 del fanzine «No eres consciente».

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