El reino de las ideas

Todo el mundo tiene ideas. Constantemente. Unas más acertadas, otras más locas. A todos se nos ha encendido alguna vez la bombilla. Nuestro cerebro hace una serie de asociaciones y nos creemos haber descubierto América, aunque solo sea por unos segundos. Todos nos hemos sentido inspirados. ¿Quién no ha visto algo, ha escuchado algo o ha leído algo que le ha dado pie para crear (o creer crear) algo completamente novedoso y original?

Todos nos hemos sentido un poco tontos cuando creíamos haber dado con algo revolucionario y hemos descubierto que ya estaba inventado, pero todos nos hemos llegado a creer los más listos del mundo cuando hemos tenido una gran idea.

Todos pensamos que las ideas son valiosas. Y eso es completamente falso.

A menudo veo gente discutiendo sobre ideas. No al estilo de Platón, sino algo mucho más mundano. Discuten sobre quién ha tenido una idea antes y quién, por extensión, ha sido el plagiador. Se empeñan, durante más o menos tiempo, en defender su ocurrencia, solamente para poder sentir, sin remordimientos, el orgullo de haber llegado el primero.

Y llegar el primero tiene su mérito, pero solo cuando eres deportista. Cuando entramos en el terreno de la creatividad, y esta es mi humilde opinión, (basada, eso sí, en muchos años de crear y crear), no debería importar quién llega primero, sino quién llega mejor.

Tener ideas nos hace sentir tan superiores al resto que generalmente se nos olvida que otros también pueden tenerlas, y que, por descabellado que parezca, otras personas, partiendo de la misma base, pueden llegar a tener la misma idea que has tenido tú. En esto se basan muchos trucos de predicción y adivinación de esos que nos dejan tó locos y compartimos alucinados en Facebook. (¡Pero cómo puede una máquina saber que estaba pensando en un martillo rojo!)

Ideas tiene cualquiera. Saber desarrollarlas es lo que te convierte, realmente, en una persona creativa. Y tu talento para desarrollarlas es lo que te hace mejor o peor artista/profesional. Si cogiésemos a un grupo variado de personas y les diéramos una idea (un pueblo es invadido por unos alienígenas y sus habitantes reaccionan de forma violenta contra ellos, pero finalmente se descubre que los alienígenas son realmente humanos, que han logrado por fin encontrar vida en el universo, y que esa vida encontrada, los que al principio parecían ser los humanos, son extraterrestres bastante primitivos y hostiles), y les pidiéramos que escribieran un relato de tres páginas a partir de ella, podríamos entender qué parte del proceso creativo es la que hay que tener en cuenta. Uno no sería capaz de «alargar» tanto la idea, no llegaría nunca a rellenar las tres páginas. Otro llegaría, pero haciendo un gran esfuerzo, ya que le cuesta mucho escribir. Otros lograrían escribir un relato de tres páginas y descubrirían que es bastante parecido al de sus compañeros, pero eso no quiere decir que se hayan copiado. Quizás haya uno que logre componer una buena narración, coherente, viéndose obligado a inventar algunas partes que justifiquen el orden dado de los acontecimientos.

Todo el mundo tiene ideas, pero no todo el mundo puede llevarlas a cabo. Y en el fondo, somos conscientes de esto. Aunque no queramos admitirlo, nos hemos visto obligados a reconocer que tener ideas no es suficiente. Si no, que me expliquen a mí cómo puede ser que en cuanto tenemos confianza con una persona creativa (voy a reducir el amplio abanico de creatividades a la escritura, que es la parte que a mí me toca) tarde o temprano siempre acabe la cosa en un «se me ha ocurrido una idea que puedes usar para uno de tus libros».

A menudo me encuentro con gente que siente la necesidad de contarme sus ideas. Que a veces ni siquiera son ideas, simplemente son anécdotas, pero están tan convencidos de que pueden ser buenas para mí que prácticamente les hago caso por no darles un disgusto. No quiero ser yo quien les haga ver algo que en el fondo ya han comprendido: que sus ideas, que todas las ideas, en general, no valen nada. Porque si valieran lo más mínimo no se las iríamos regalando al primer escritor que conociéramos.

No puedes acusar de plagio a una persona que ha tenido la misma idea que tú. Pero debes luchar con todas tus fuerzas contra aquellas personas que se apropian de tu trabajo, que no ha consistido en pensar, sino en desarrollar. Las ideas son, en muchos casos, universales. Los resultados, siempre, son únicos. Y son tuyos. Por eso no se regalan.

(Si pincháis en este link podéis pagar dinero por mi libro, que es el resultado de varios meses de trabajo que no puedo regalar).

2 Comentarios
  • Carlos García
    febrero 27, 2017

    Eso de que no se regala, creo que no es así en el caso del open source. Lugar al que EMHO todo saber debería ir, y tal vez en según que caso, después de habérsele permitido al autor sacar beneficio de ello una temporada. Por lo demás de acuerdo contigo. ?

  • Berta
    abril 16, 2017

    Estoy de acuerdo, de hecho, no me gusta nada tener ideas, me parecen un lastre porque normalmente son proyectos enquistados y frustrados. Menos mal que a veces, algunas, salen adelante! Y si son en forma de posts de Perra de Satán, mejor 🙂
    Y lo de las aportaciones externas… soy diseñadora, ya tú sabe… pues eso, haces como que escuchas, y gracias gracias, ya le daré una vuelta (trola). Bss PDS!

Responder a Carlos García Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *