El 26 de noviembre de 1999, a poco más de un mes del temido efecto 2000, se estrenaba en los mejores cines de España la película Nadie conoce a nadie, el cara a cara más esperado de los dos tíos buenos del cine patrio: Eduardo Noriega (en el papel del bueno y sufridor) y Jordi Mollà (en el papel del más malo que un demonio).
Eduardo Noriega ya nos había mojado las bragas en anteriores películas como Tesis y Abre los ojos, ambas dirigidas por el entonces prometedor director de cine Alejando Amenábar. Y Jordi Mollà ya nos había derretido con su mirada en otros trabajos, entre los que convendría destacar La buena estrella, Historias del Kronen o la inolvidable Perdona bonita pero Lucas me quería a mí.
Aunque las dos caras más bonitas del cine español del pasado milenio ya habían coincidido anteriormente en la ya nombrada Historias del Kronen, donde Mollà tenía un papel protagonista y a Noriega casi ni fuimos capaces de reconocerlo, no fue hasta el rodaje de la joyita de la que os vengo yo a hablar hoy que sus culitos volvieron a compartir plano cinematográfico. Y nosotras, tan contentas.
Eduardo interpreta a Simón, un escritor frustrado que se ha ido a vivir a Sevilla por motivos de trabajo. Su compañero de piso, Sapo, interpretado por Jordi con acento sevillano y un tono de pelo muy especial, como el color de Sevilla, es un tío un poco friki y un poco raro que odia las tradiciones barrocas de la ciudad que le vio nacer y no pierde ocasión para contárnoslo. La semana santa, la última semana santa del milenio, de hecho, ha sido el momento escogido, y Sevilla, el escenario ideal para llevar a cabo un juego macabro y temido por toda persona de bien: una partida de rol. Las partidas de rol nos aterrorizaron en los años noventa casi tanto como el aceite de colza aterrorizó a los españoles en los años ochenta, y la Transición Española en los setenta, y esta película supo aprovecharse de ese miedo que provoca el hombre que juega al rol, y por lo tanto, está tan loco que puede llegar a creerse su personaje y ponerse a matar a diestro y siniestro. (Tan diestro que el primer asesinato tendrá lugar en la Maestranza).
Simón será invitado a jugar esta partida de manera un poco sutil pero completamente inevitable, pues absolutamente todos los personajes que le rodean están metidos en el ajo. Bueno, todos, menos uno: su amigovia, follamiga, o medio novia. Aquí es donde viene el punto fuerte de la peli y la clave para empeñarme tanto en reivindicarla: Paz Vega. La archiconocida Paz Vega, nuestra actriz más internacional, tuvo a bien prestar su talento, su gracejo andaluz y su expresiva mirada al personaje de la camarera-rollete del protagonista, una buenísima mujer que siempre estará dispuesta a hacer una mamada cuando considere que Simón lo necesite, y que con una sola mirada, en pleno clímax y en plena madrugá sevillana, resolverá toda esta película de la misma manera que se resolvió su carrera como actriz: en un par de segundos y casi sin darse cuenta. En este juego, Simón será el elegido, y tendrá que eliminar a todos sus contrincantes siguiendo una serie de pruebas de lo más confusas hasta vérserlas por fin cara a cara con su principal adversario.
Llegados a este punto, conviene hacer un resumen. Eduardo Noriega, Jordi Mollá, Paz Vega, Sevilla, la semana santa, Dios, el demonio, juegos de rol y misterio, intriga y asesinatos. ¿Se le puede pedir más a una película? Probablemente no, pero Nadie conoce a nadie es lo suficientemente generosa como para regalarnos dos secuencias inolvidables, completamente innecesarias pero absolutamente brillantes. Brillantes como brilla la bisutería gitana, que sabes que no vale nada pero te encanta, te atrae, te sientes bella, disfrutas. Pues estas dos escenas, lo mismo. A saber:
- Sapo elabora el relato de su infancia y se nos presenta como un niño con cierta aversión a los símbolos y rituales religiosos, atemorizado por un padre que le obligaba a salir en las procesiones a la vez que él mismo, vestido de nazareno, pegaba y violaba a su mujer y madre del pequeño Sapo. Queda claro por qué Sapo odia la Semana Santa.
- Simón y su nueva compañera, llamémosla Natalia Verbeke porque yo ya no me acuerdo del nombre de ese personaje, luchan a muerte contra varios hombres vestidos de penitentes. La lucha consiste en dispararse con unas pistolitas de juguete que también tienen puntero láser y que hacen un ruidito muy 1950 cuando aprietas el gatillo. Inexplicablemente, Simón va perdiendo la vida a medida que recibe los disparos.
Nadie conoce a nadie es una película sobre la amistad, el amor, el terror, el terrorismo, la religión, la fe, Dios, Sevilla, el aburrimiento, la vida y la muerte y, sobre todo, trata el tema de las apariencias que engañan y de los secretos que todos nos guardamos. Lo que pasa es que igual usa metáforas regulares para plasmar una serie de ideas, que, seamos sinceros, quizás se nos hayan pasado por la cabeza alguna vez a todos. Por eso mejor nos quedamos con que esta película es el duelo de guapos definitivo de los noventa. ¿Y vosotros, de quiénes sois: del buenorro Eduardo Noriega o el malote Jordi Mollà?
Artículo escrito y publicado para Fanzine para chicas y maricas nº2
septiembre 9, 2016
¿Existen películas Españolas de culto?
septiembre 9, 2016
Muchísimas además.
julio 2, 2018
¿en que lugares de Sevilla se ha rodado «Nadie conoce a nadie»?