La feria del libro de Madrid está ya más que instaurada como la gran celebración de la literatura en España, con permiso del Sant Jordi catalán. Durante más de quince días, centenares de casetas y miles de autores consiguen congregar a lo que podría parecer, cuando intentas ir de punta a punta del Retiro en pleno sábado por la tarde, millones de personas.
Tentados por el 10% de descuento que las librerías y editoriales ofrecen durante la feria, los madrileños y no tan madrileños no dudan en salir a dar una vuelta por su parque favorito, porque, con un poco de suerte, igual ven a alguien de la tele, con más suerte todavía hasta consiguen hacerse un selfie con él, y con toda la suerte del mundo podría darse el caso de que se llevan un libro a casa.
Somos pocos los que seguimos contando con las ferias del libro de las diferentes ciudades de España para acercarnos a nuestros escritores favoritos. Perdonadme, no quería decir eso. No serían pocos si contásemos como escritores a todas aquellas personas que hoy tienen un libro en el mercado. Que los libros ya no se tienen en las estanterías, ni en las bibliotecas, ni en las librerías, ni siquiera en la FNAC. Los libros, hoy en día, salen al mercado, a ser vendidos como sardinas en oferta, que como fueron criadas en piscifactoría, ni saben bien, ni nutren lo mismo, pero María, mira qué precios.
Si escribir un libro era, hasta hace muy poco, uno de esos objetivos vitales que prácticamente cualquier persona, unas más por fantasía y otras más por empeño, quería alcanzar, en la actualidad basta con ser un personaje mínimamente notable o tener unos ahorrillos para ver tu prodigiosa obra publicada.
Que me lo digan a mí, que solo he tenido que estar unos cinco años escribiendo gratis en varios medios de comunicación a través de Internet además de llevar al día varias redes sociales, y esto solo después de haber dedicado prácticamente toda mi vida al desarrollo de mi creatividad, al estudio de la literatura y al aprendizaje de diferentes técnicas de escritura. Lo que os estoy diciendo, que en cuanto me junté con quince mil followers recibí la propuesta por parte de una editorial de poner en papel (del bueno, y con dibujitos) cualquier historieta que se me pasase por la cabeza, y gracias a todo esto ahora, por fin, me puedo presentar al mundo como escritora.
Porque he escrito un libro, lo he corregido, lo he recibido con mucha emoción en mi casa, lo he celebrado con mis familiares y amigos, lo he promocionado por varias ciudades de España, a través de prensa, radio e Internet, y, por supuesto, lo he firmado en la feria del libro de Madrid.
Sería muy fácil para mí criticar el funcionamiento de este sistema de mercado que parece haber arrasado con el mundo editorial tal y como lo conocíamos. Sería muy fácil reconocer que me dio un poquito de pena pasar ante la caseta donde firmaba ejemplares Juan José Millás y descubrir que no tenía cola, solo unas cinco o seis personas echando un vistazo, mientras que, cuando quise intentar acercarme a Mario Vaquerizo, que firmaba un poco más allá, por verle, porque es un personaje que me gusta y sentía curiosidad, casi me tengo que poner a dar saltitos para poder ver una pequeña parte de su cara y de su melenaza, que había tanta gente rodeándolo (seguridad incluida) que era casi imposible tirarle un zumo a la cara (no sé cómo lo harían con Dalas). Sería muy fácil caer en el tópico de que se está premiando la fama por encima del talento y que cada vez importa menos el producto, por eso los grandes escritores han quedado relegados a actores secundarios de su propia feria del libro.
Pero esto también sería tirar piedras sobre mi propio tejado. Porque tengo que reconocerlo, y lo reconozco sin pena ni dolor: yo formo parte de esto. He dedicado muchos años de mi vida a cultivar y trabajar ese talento que yo tengo, que es la expresión escrita, he pagado dinero por cursos, he leído montones de libros, he ganado premios de literatura, pero la talentosa Beatriz ha quedado eclipsada por Perra de Satán, el personaje cibernético que consiguió acumular un buen número de seguidores y comenzar a escribir artículos «un poco brutos» en una web con millones de visitas. Fue Perra de Satán quien recibió la oferta, por parte de una editorial, de escribir algo que pudiera ser publicado. Y por suerte para Perra de Satán (y, por extensión, para la editorial, para los lectores, y para el mundo), el talento, la dedicación y la técnica de Beatriz pudieron respaldarla, y tan solo unos meses después de aquella fantástica propuesta pude tener mi primera novela en mis manos, cosa que, como comprenderéis, me hace una ilusión de cagarse de la ilusión que me hace.
No me fue nada mal en la feria. Muchos de mis followers se acercaron a conocerme y algunos hasta me trajeron un regalito. Concedí entrevistas, me hice fotos con un porrón de gente, firmé bastantes libros, hablé con compradores que no me conocían de nada pero se habían sentido inevitablemente eclipsados por la portada y contraportada de mi novela, y salí de allí tan contentitca. Contenta aún siendo consciente de que es a Perra de Satán a la que tengo que vender, y no a mi novela, por mucho que me haya esforzado en escribirla y por muy satisfecha que haya quedado con el resultado. Porque, al final, pesa más la ilusión de haber cumplido un sueño (aunque ese sueño solo haya podido ser celebrado íntimamente), que los cien kilos que le puse a la gorda de Perra de Satán.
junio 21, 2016
Tus siempre serás le mejor y ojalá te conviertas en el paradigma que aúne el perfil de Juan José Millás y de Vaquerizo. Este país necesita intelectuales con carisma que sean capaces de eclipsar a los famosillos de turno.